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martes, 27 de octubre de 2009
Hacen ya treinta años
que eran jovenes
treinta años y 3 dias
que sus cuerpos se acercaban con timides, su piel temblaba, sus poros se abrían y se cerraban
sus ojos miraban al suelo, con timidez, sus labios se llamaban mutuamente
se buscaban, se tentaban entre las mejillas, sus manos se acercaban, dolían los huesos, dolía el alma, sus manos se alejaban, quedaba un vacio enorme en sus estómagos, se respiraban tan fuerte que podrían haberse aspirado uno al otro. Estaban en una plaza, era un banco, cinco palomas comían de las migas que le arrogaba un anciano jubilado desde la banca frontal, el viento corría, mecía su cabello, llevaba ese olor que tanto le atraía, desde su cuello, hacia su nariz, viajaba por sus pulmones, por la sangre hasta el corazón. Se acercaban aun mas con cada briza, un viento fuerte movió sus caras, y le dio la oportunidad a cada boca para reunirse con la otra, se juntaron , se abrieron, se separaron un par de veces.
Pasó el viento, se llevo el olor, le quito el sabor, le robó el amor, calló la lluvia, le mojó la piel, le tentaba esa piel, húmeda, tibia. Se enfriaba, se alejaba.
Pasaron ya los treinta años, ella lo cambió , el se obligo a borrarla, ella se aburrió, el se desconsoló, ella corrió a los brazos de otro hombre que saciara su hambre de carne, su hambre de imaginación sus ganas de soñar, el corrió lejos, tomo un teléfono y llamó a una empresa. Se llama Lacuna Inc. El la borró, ella lo olvidó. Ella se mató, el no se enteró.

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